Apicultura tradicional

(pasando el puntero sobre cada foto se puede ver la leyenda)

Esta zona serrana donde nos encontramos, tuvo una gran tradición apicultora y en sus campos hay abundancia de flora perteneciente a la familia de las cistáceas, y dentro del género cistus, las má abundantes son las jaras, las turberas, las romerinas o tamarillas, las hierbas turmeras y jaguarzos, y del género de las labiadas están los romeros, las salvias, los cantuesos, tomillos, las ortigas, ortigas muertas, marrubios, mentas y otras plantas melíferas.

Como dato histórico, hay que decir que antes de la guerra civil española de 1936, se creó hacia 1930 una escuela de apicultura en Miraflores de la Sierra con la finalidad de capacitar en el orden investigador y campestre a los que se interesaran por ese oficio como actividad agraria-económica.
En el sector medio serrano, donde se encuentra Moralzarzal, hubo una notable disminución del censo apícola desde 1950 hasta 1966, año en el que se realizó una encuesta ganadera, desapareciendo esa actividad en algunos pueblos de ese sector.
En nuestro pueblo, según datos de esa Encuesta Ganadera de 1966 realizada por el Ministerio de Agricultura, la variación de colmenas fue bastante negativa, pues si en 1950 había 158 colmenas que produjeron 1.106 kilos de miel, en 1966 solamente se contabilizaron 50, es decir se sufrió un retroceso de un 68 %. De cualquier modo, la producción melífera depende de diversas circustancias como son el tamaño de la colmena, la proximidad de agua, el tipo de colmena si es fija o movible, de la proximidad de las flores.

Hay constancia, en tiempos más o menos cercanos, de la existencia de colmenares en nuestro pueblo, y viendo la copia hecha en 1876 del mapa de Moralzarzal que hay en el Archivo Topográfico, se puede leer en él que pone colmenar de Castro Guerra y colmenar de Mariano González, del que se muestra a continuación una parte en la que está escrito lo dicho y aparece el nombre de Moralzarzal.

parte del mapa


En realidad no era Castro Guerra, sino Casto Guerra Balandín, persona que vivió en el Moral, el cual consta en los archivos parroquiales como testigo en varios bautizos y que fue padrino de un sobrino carnal suyo bautizado en 1863 en la iglesia de nuestro pueblo, hijo de su hermano José, al que se le impuso por nombre Ignacio, siendo Ignacio Guerra.

Recorriendo los campos del pueblo, se puede encontrar una gran variedad de plantas y en zonas determinadas de la Sierra de Hoyo, como son las zonas de Peña Herrera, Peñaliendre, Cerro Lechuza, Silla del Diablo,... se pueden ver campos llenos de matas de romero con distintas tonalidades de flor, desde violetas fuertes hasta casi blancas, pasando por rosadas, amarillentas, etc., y también en la Ladera de Matarrubia, razón por la que una zona de aquí es conocida como El Romeral, aparte de tomillos, cantuesos y jaras, con lo que hay suficiente materia prima para que las abejas puedan trabajar a sus anchas.
Por estas razones siempre ha habido gentes del pueblo que se han dedicado a la cria de estos himenópteros y gracias a este trabajo tan artesano, como es la apicultura, han obtenido ese delicioso alimento llamado miel, de una calidad extraordinaria.

En el catastro del Marqués de la Ensenada, los datos de enero de 1752 relativos a Moralzarzal, en contestación a la pregunta 19 (eran cuarenta las preguntas realizadas en esa encuesta sobre muchos datos en todas las poblaciones de Castilla) y que decía :
Si hay colmenas en el término, cuántas y a quién pertenecen.

La contestación dada se puede ver en el documento de ese catastro, mostrándose a continuación parte de él

parte del documento


Y se puede ver que dice :
A la diez y nueve dijeron que ai en este termino algunas colmenas como son ocho que pertenecen a Diego Gonzalez : treinta a los herederos de Antonia Blasco: quatro a Manuel Morales : Onze a Luis Fernandez: Dos a Matheo Gonzalez: y otras dos a Phelipe Canton

Lo cuál corrobora que desde hace mucho tiempo ha habido gentes del pueblo que se dedicaron a la apicultura.

La zona geográfica en la que se encuentra nuestro pueblo siempre ha sido de una gran tradición el desarrollo de la explotación de la apicultura, esa actividad agropecuaria de la que han vivido gentes en todos los pueblos, produciendo miel y cera, y en los municipios de nuestro entorno vemos, según el Catastro de Ensenada, que en 1752 las colmenas existentes en estos pueblos eran las siguientes :
En Becerril de la Sierra había unas 50 colmenas pertenecientes a Isidro de la Rubia y a Ángel García.
En el Boalo, que entonces eran el propio Boalo y Matalpino, había un colmenar con unas 50 colmenas pertenecientes a Gabriel Fonseca y otro colmenar con 60 colmenas de Isidro Fonseca, otro colmenar que estaba en Matalpino con 80 colmenas de Manuela García y otro con 40 colmenas que era de Rosa López.
En Cerceda había dos colmenares pertenecientes el uno a Miguel Segur, con 70 colmenas y otro de Manuel López con unas 100 colmenas.
En Cercedilla constan 8 colmenas de Julián Rubio y en Collado Mediano había unas 40 colmenas de Juan Rodríguez, de Sebastián de Montalvo y de Pablo Duarte.
Collado Villalba contaba con unas 191 colmenas repartidas entre Eugenio García Balbuena con 10, 25 de Lorenzo Segovia, 20 de Joseph Cobeña, 6 de Thomas Martín, 6 de Juan Sachristan, 6 de Dionisio Sevastian, 20 de Manuel carrasco, 3 de Ángel García, 3 de Pedro Bacas, 6 de Joseph del Valle, 2 de Agustín Martín, 30 de Phelipe Modino, 20 de Pedro de Arabuena, 8 de Andrés de Segovia y 20 de Alphonso de los Ríos.
En Galapagar se contabilizaban 175 colmenas pertenecientes 45 a Francisco Javier Serrano, 10 a Pablo Lozano, 4 a Miguel Andrés,28 a Francisco Juan Bacas, 9 a Manuel Greciano, 8 a Thomas Lozano, 16 a Pedro Sánchez Polo, 11 a José Andrés del Alamo, 35 al cura licenciado D. Antonio Benito Bueno y 9 a Balthasar González.
En Guadarrama había unas 320 colmenas que se repartían 50 de Juan de Velasco, 200 de Bentura López Peinado, y el resto de Juan González, y Manuel y Clemente Gómez.
En Hoyo de Manzanares había 3 colmenares con 140 colmenas de Miguel Cobeña, 160 de Félix Campanero y 190 de Manuel Rodríguez, lo que hace un total de 490 en este pueblo.
En Los Molinos constan 20 colmenas de Manuel Benito el mayor, 20 de Bernardo Chivato y de 80 a 90 pertenecientes a Alonso de Allas.
De Manzanares el Real dice el Catastro que había 14 colmenares, que eran, uno de Juan Gómez que tenía 130 colmenas, otro de Bernardo González con 80 colmenas, Alphonso García tenía 55 colmenas, Miguel Marivela tenía otras 55, Antonio Arroio tenía 50, Juan de Antó 30, Bárbara Carrasco tenía otras 30, Francisco Rodríguez 50, Juan López Rodríguez 120, Juan González tenía 70, Ignacio Adeba 100, Juan de Palacios 50 y Joseph Gómez tenía 100.
Respecto de Moral ya se ha dicho líneas arriba que había 57 y quienes eran sus dueños, y de Navacerrada solamente consta que había 95 colmenas sin más explicaciones.
En Soto del Real, que viene con su antiguo nombre de Chozas de la Sierra, se ve que había 19 colmenas de Manuel Carril y en Torrelodones consta que había 100 colmenas cuya propietaria era Manuela Cancedo.

Sumando todas las colmenas mencionadas se obtiene la cantidad de 4085, lo que da una idea de la magnitud de dedicación que había en esta zona cercana a nuestro pueblo en que se ocupaban las gentes en labores de apicultura.

Hay constancia de otro vecino del Moral que tuvo colmenas, y es Juan Prados Rodríguez, esposo de Aquilina Melgar Diez, que en su testamento otorgado en Moralzarzal el veiniuno de Agosto de mil ochocientos cuarenta, entre otras cosas dijo : "declaro y confieso qe. soy endeber à la misma mi mujer mil rs. qe. me entrego mi señora para que comprase unas colmenas y mando se le abone en la mismas ".
De Aquilina Melgar, siendo viuda de Juan Prados,se tiene la información de que fue enterrada por orden del Juzgado de Colmenar Viejo, según un oficio de dicho juzgado, por haber sido asesinada el día 27 de junio de 1857 "después de pasada la cuesta que hay para subir a la fuente del Zarzal y antes de entrar en la calleja de dicha fuente, la que fue hallada ya cadaver", según consta en la partida de defunción.

Caminando por los campos te puedes encontrar carteles anunciando precaución por estar cercano a zona donde se encuentren colmenas y en una de mis andanzas encontré en el suelo parte de un panal, que se había caido de un arbol cerca de "Peña las Aguas", muestra de una colmena silvestre, completamente limpio debido a la labor de animales que habían aprovechado la miel.

parte de un panal silvestre cartel anunciando colmenas

Como prueba de la tradición existente, hay que decir que una zona cercana al Valle y próxima al Romeral es conocida como El Colmenar del tío Perico (zona en la que se pueden encontrar unos cuantos ejemplares de almendros además de cantuesos,encinas, tomillos, etc.), lo que da idea de que la tradición viene de años atrás.
Este colmenar del tio Perico perteneció a D. Pedro López González, persona que vino a vivir al pueblo y desde 1920 tuvo la tienda de todos conocida como el Almacén. Esa tienda se conserva aún en el mismo edificio de antaño, en la plaza de la Constitución y entonces se encontraba rodeada de un jardín sin las casas que hay hoy día en la parte que da a la calle de la Iglesia, encontrándose antiguamente en esa calle, al salir de la plaza camino de la iglesia, el bar Negrita, que dejó de funcionar hace ya unos cuantos años. (fijándose bien, se puede ver todavía el rótulo pintado en la fachada donde ponía CAFÉ-BAR NEGRITA, Comidas de encargo).
Cuando el Sr. Pedro dejó el negocio, se lo pasó en febrero de 1927 al Sr. Alejandro (D. Alejandro Martín Vallejo), debido entre otras cosas a que Pedro López ya no estaba para llevar negocios. Como el Sr. Alejandro estaba en una tienda de Madrid, ubicada en la calle Concepción Jerónima y el edifico lo derribaron para hacer la ampliación del Ministerio de Asuntos Exteriores y además en la tienda tuvo relación con sobrinos de Pedro López, esta fue la razón por la que se plasmó la cesión del negocio. Pedro López se dedicó también al negocio de la miel y de ahí la razón del colmenar del tio Perico.
Además hay que decir que fue padre de una persona muy querida del pueblo, persona nacida en esta villa del matrimonio de Pedro López con Francisca Masedo, mujer que trabajaba en el Almacén y con la que se casó de segundas nupcias al quedar viudo de la primera esposa, Ramona Arcones. Era conocido familiarmente como Pedrito el Cura, que fue un sacerdote de gran sapiencia, conocedor de siete lenguas y ejerció su labor pastoral sobre los años 50 además de en Alameda del Valle y en Pinilla del Valle, en la iglesia de San Pantaleón y más tarde en la de San Vicente Ferrer, en la calle Ibiza de Madrid, iglesia pegada al hospital Francisco Franco, llamado más tarde hospital Gregorio Marañón. También ejerció como profesor en el Instituto Ortega y Gasset de Madrid y otros centros, impartiendo además clases particulares, lo que recordarán aquellos que por entonces estudiaban y se veían obligados a repetir curso o a los que les quedaban asignaturas pendientes, tanto nativos como veraneantes. Un alumno suyo, al que impartía clases de alemán, en marzo de 2008 me pidió razones de él y me contó de lo extraordinario de sus conocimientos, de lo ameno y agradable que era conversar con él, de lo cual doy fe, y que gracias a su labor, emprendió la carrera de la docencia.

En las fotos que siguen se puede ver lo que queda del colmenar del tío Perico, a la izquierda una vista desde la zona suroeste, y a la derecha se ve otra zona donde se encontraba la caseta para guardar aperos y herramientas, pero vista desde la zona este, y se puede apreciar lo que queda de una buena labor hecha de mampostería.

una vista otra vista


En otra de mis correrías por los campos del pueblo, en la zona del Redegüelo, pegado a una tapia que hay en la Suerte del Escribano, encontré unas cuantas cajas amontonadas de un colmenar abandonado y al acercarme vi que había una colmena activa con bastante movimiento de entrada y salida de afanosas abejas. Este colmenar perteneció a D. Horacio Hernández, médico del pueblo antes de la última guerra civil española que vivió en una casa llamada "La Quinta" en la calle Galeno (antiguamente se la decía calle de los gatos), donde ahora hay una residencia de monjas, y que fue asesinado en la zona de las Salineras (Becerril de la Sierra) el 19 de agosto de 1936 junto con otras personas. En el censo del pueblo de 1931 apacere como apicultor un cuñado de D. Horacio, que vivía con él y su familia, llamado Félix Mansilla Puente, hermano de Agustina, la mujer de D. Horacio.
Los hijos de D. Horacio siguieron con la tradición de su padre y además de ese colmenar, D. Horacio tuvo otro cerca de la finca llamada Matalacuerda (término de Cerceda), al lado del taller de piedra de F.J. Carralón, cerca de las Columnas y junto al arroyo de Fuentidueña, donde estaba el descansadero abrevadero del mismo nombre de la Cañada Real Segoviana y aún se puede ver el corral en el que se encontraba, y para recuerdo, se muestran las dos fotos que vienen a continuación.

cajas en el Redegüelo corral del colmenar

D. José González (el Escribano), que fue secretario del ayuntamiento, también tuvo colmenas al lado del arroyo Benerejo, donde está una casa aislada al lado de una fuente y cerca también de la urbanización El Circuito. Hubo otro colmenar enfrente de la fuente de la Camachas, al otro lado de la calle del mismo nombre, más o menos a la altura de la calle de la Jara, en la zona que hay antes de la urbanización El Circuito, y era el colmenar del tío Melchor. Otro que hay que mencionar es el colmenar del tío Antolín, propiedad de Antolín Antuñano Olazábal (fallecido en marzo de 1941), colmenar que estaba en la zona del Redondillo, donde se encuentran las calles Vía del Berrocal, Aranjuez, Colmenarejo y Mulhacén, colmenar donde estuvo de guarda el tío Bigarda. Después de 1936, Luis Granados tuvo otro junto al camino de la ladera, cerca del depósito de agua de Juncarejo, al lado de la casa de Pedro Valdepeñas, ocupando hoy día ese terreno la casa de Javier Montalvo, yerno de Pedro Valdepeñas, y también en el Retamar hubo colmenas, es decir que ha habido tradición de apicultura en este pueblo y aún sigue.
Cuentan que un alcarreño trajo colmenas hechas en troncos de árbol para Luis Granados y las traía a lomos de dos mulas. Para que no se fueran las abejas, traía las piqueras de las colmenas cerradas y una vez colocadas, las abrió y al rato las abejas como consecuencia del ajetreo del viaje estaban muy revueltas y salieron pero no picaban a las mulas del alcarreño (se conoce que estaban acostumbradas a ellas) sino que la emprendieron con un macho blanco que tenía por allí Tomás Sepúlveda y era un espectáculo ver correr al macho por la Ladera.

Hoy día existen tres apicultores, con los colmenares en la ladera de Matarrubia y en los Linarillos, zona esta última que antiguamente se llamaba Linar del Borriquero. Los tres están relacionados familiarmente y han pasado por momentos críticos en los que pensaban se quedarían sin enjambres debido a las enfermedades sufridas por los insectos.
De los apicultores que hay todavía en el pueblo, dos son mujeres y heredaron la tradición de sus mayores, pues Carmen Prados con su marido Aniceto Domínguez, que también se aficionó a la apicultura, y su hermana Mercedes Prados junto con su marido Narciso López, se dedican a este oficio artesano. Ellos continuaron con la labor desarrollada por el padre de las mujeres, ya que éste, Mariano Prados Sanz y su tío Julián se dedicaron al oficio. Ambos eran hijos de Bonifacio Prados Taillet, la persona que se dedicó anteriormente a esos menesteres. Bonifacio compró las colmenas al Sr. Pedro Sanz González, padre de la señora Hilaria (Hilaria Sanz García) y parte de las del tio Perico fueron vendidas a Bonifacio y a Pedro Sanz. El otro apicultor es José Luis Llama Domínguez, sobrino de Aniceto y Carmen, que viendo el trabajo de sus tíos decidió dedicarse a esta labor tan artesanal y seguir con la tradición familiar.

colmenas en los Linares colmenas en Matarrubia

Hoy día hay un peligro para las abejas que es una enfermedad nueva que nos llegó en el año 1988 y que se llama varroasis o varroosis y está producida por un ácaro del tamaño de una cabeza de alfiler, con forma de garrapata (varroa jacobsoni). El tratamiento para combatirle se hace con piretroides convenientemente dosificados 2 veces al año (abril y septiembre) también se usan productos más naturales como el timol y el ácido fórmico pero su eficacia es más reducida. Lo peor de este parásito es que es casi imposible de eliminar al 100%, y ese 1% o 2% que sobrevive vuelve a crecer atacando sobre todo a la cria (succiona la hemolinfa que es la sangre de la abeja) haciendo que nazcan nuevas abejas atrofiadas, sin alas, sin fuerza....inviables para el trabajo y la supervivencia de la colmena. La queja de los apicultores es que no se investiga lo suficiente para eliminar esta plaga.
Como esta sección es una parte muy interesante dentro de la relación entre flora y fauna, componentes esenciales de los campos del pueblo, los apicultores viendo mi interés por conocer y dar a conocer este arte, se ofrecieron a darme toda la información que quisiera y mostrarme sus colmenares.

Y en el colmenar del apicultor más joven que queda hoy día en el pueblo, José Luis Llama Domínguez, me ha dado toda la información que le he pedido e incluso me ha enseñado todas las labores a realizar un día que hizo ampliación de colmenas, experiencia muy interesante.

centrifugadora panal en la centrifugadora


preparando el humeador

Me enseñó la centrifugadora y los aperos para filtrar la miel así como su funcionamiento; el ahumador para espantar las abejas, encendido con moñigas de vaca que dan buen humo y aguantan bastante tiempo encendidas; la palanca de manejo de cuadros que las abejas pegan con propóleo (potente antibiótico con el que impregnan las paredes de las colmenas para evitar infecciones de hongos y bacterias y que obtienen de las yemas de los árboles), los mismos cuadros y los panales; cuadros con placas artificiales de plastico sujetas con alambres al propio cuadro en las que van marcadas las celdas y que las abejas se encargarán de desarrollar; la tabla que hace de puerta a la colmena y que permite el paso de las abejas pero no el de otros animales de mayor tamaño como pueden ser los roedores y que recibe el nombre de piquera; las tablas inpregnadas con la sustancia que facilita el desprendimiento del ácaro dicho anteriormente y que coloca colgada entre dos panales, de manera que toda abeja que pasa por ahí al poco se ve libre del parásito; el cuchillo sierra empleado para quitar la placa de cera que ponen las abejas una vez han llenado las celdas con miel, operación que hace el apicultor antes de meter los panales en la centrifugadora para extraer la miel.
La operación que realizó a continuación fue el pasar los 6 panales de una colmena a otra de mayor tamaño, colocando 4 vacios intercalándolos con los 6 y sin dejar grandes huecos entre ellos ni con las paredes de la caja de la colmena a fin de evitar que formen celdas en las paredes, pues eso dificultaría el poder recoger la miel de dichas paredes. Después realizó la operación parecida en otra colmena y otras operaciones para ver el estado de panales y mostrarme dónde había zánganos y reinas para así hacer fotos y poder mostrar este reportaje.

placa artificial abeja con polen

La apicultura es una actividad orientada a la explotación de las abejas para obtener los productos que genera, que son la miel y la cera. Esta actividad se remonta en el tiempo, habiéndose encontrado pinturas rupestres en las que se aprecia a un hombre prehistórico sacando miel de una colmena natural, y como prueba de ello se encuentran las pinturas de la Cueva de la Araña en el municipio valenciano de Bicorp.
La miel, de todos conocida, es una sustancia viscosa muy dulce y de color amarillento producida por las abejas al transformar el néctar de las flores y otras partes de las plantas llenando con ella los panales para alimentar a las larvas y a sí mismas. Es dulce debido a la gran cantidad de azúcares que tiene, como son la glucosa, fructosa, maltosa y sacarosa.
Las abejas que son explotadas en la zona pertenecen al tipo de abejas melíferas o domésticas, las Apis mellifera, de la familia de las Apidae, familia a la que pertenecen todas las abejas que son explotadas para su aprovechamiento. Estos insectos viven en colmenas, es decir, formando una familia donde conviven tres tipos de individuos, las obreras, los zánganos y la reina.

En la siguientes fotos, en la de la izquierda se ven larvas de obreras en las celdas de la izquierda y en las de la derecha, en las celdas más grandes, se ven larvas de zángano. En la foto de la derecha se aprecia la celda de la reina y próximo a ella y a su izquierda se ve un zángano.

de obreras y de zánganos celda de reina

Las abejas hembras nacen en celdas normales, y hacen todas las labores inherentes a la colmena como almacenar jalea real en los alvéolos o celdas reales, polen y néctar en los otros, ventilar la colmena, producir cera y hacer labores de centinela y vigilancia para rechazar a otros insectos e incluso a zánganos. Por lo general, las obreras, hasta que tienen unos diez días se ocupan en alimentar a las larvas y después empiezan labores para construir el panal; a partir de los quince días hacen labores de guardia y sobre el día veinte salen de la colmena para recoger alimento. En la época de máximo trabajo, en primavera, con la labor tan intensa que realizan y también como consecuencia de tanto viaje, suelen tener accidentes (p.e. rotura de un ala) y por eso en esta época suelen vivir unos 45 días. Las obreras que nacen después del verano, como tienen que permanecer en la colmena durante el invierno, suelen vivir cerca de seis meses.
Los zánganos son los machos, nacen en celdas más grandes que los de las obreras, viven en primavera y verano y son candidatos a fecundar a la reina en el vuelo nupcial, después del cuál o mueren a manos de la reina o las obreras no les dejan entrar para ahorro de alimento, y los que están dentro, son expulsados de la colmena.
La reina nace de un alvéolo o celda real, que es distinto a aquellos en los que nacen obreras y zánganos y es alimentada con jalea real. Después del vuelo nupcial vuelve a la colmena y su función es poner huevos, permaneciendo durante cuatro o cinco años en la colmena, siendo alimentada por las obreras.

Otra función muy importante que realizan las abejas es la polinización de las plantas, con lo que se consigue que se produzcan cosechas más abundantes y además se obtengan muchas frutas que sin esa función realizada por estos laboriosos animales no habría fecundación de las flores y no se conseguirían los frutos de los que se alimentan el hombre y otros animales.

En la siguientes fotos, en la de la izquierda se ve un zángano, de mayor tamaño que la obrera que hay junto al dedo, y en la foto de la derecha se aprecia la reina con el cuerpo más largo, las rayas más anchas y con el abdómen más puntiagudo.

zángano reina con abdómen puntiagudo

En las fotos siguientes se puede ver como el apicultor, provisto del humificador y la palanca para manejar los cuadros de panales se dispone a cambiar el panal de una caja pequeña a otra mayor con el fin de que haya espacio suficiente en la caja para que la colmena se pueda expandir, pues el enjambre está en tiempo de hacerse mayor ya que van a nacer las larvas y además se hace en primavera y es el tiempo para una producción más intensiva de miel y así haya suficiente espacio para almacenarla, y en la otra se ven celdas con las larvas.

ampliación de colmena larvas

José Luis, tuvo sus colmenas en el Cerro desde al año 1980 hasta 1997, cuando allí estuvo de guarda su suegro Marcelino Hidalgo, y al jubilarse éste, se las llevó a los Linares, y también las ha tenido en los "praillos", cerca del arroyo Grande, y las tiene en los prados de Valle junto con las de Enrique Fernández.

Mercedes Prados y su marido Narciso López me enseñaron su colmenar situado en la zona llamada de la "Viña derrotada", encendieron el humificador, abrieron cajas, me mostraron panales, celdas vacias, con miel, con larvas, e incluso me mostraron un zángano que se puede manejar comodamente pues éstos no tienen aguijón, y pude ver un panal con un gran número de abejas obreras apelotonadas siguiendo a su reina. Como era tiempo de verano y ya avanzado, no hicieron ampliación de colmenas, solamente me mostraron lo dicho anteriormente. Viendo estas labores, pude hacer un buen número de fotos al ver todo este mundillo.
Mercedes me contó que empezó a conocer el oficio de pequeña, pues cuando contaba 14 años ya manejaba el colmenar, cosa que aprendió de sus mayores y que a veces la enviaban con los apicultores trashumantes valencianos con los que pudo aprender mucho. Enseñó luego a su marido Narciso y recordando cosas del pasado, me contaron que sobre 1972, hubo un año extraordinariamente bueno, tenían unas 100 colmenas y siendo estupendo en lluvias, temperatura y buena floración, consiguieron recolectar unos 3.000 kg. de miel, llegando a tener enjambres de hasta 15.000 abejas y como empleaban cera que tenían reservada para ampliar colmenas, de manera que facilitaran el trabajo de los insectos para que usaran los cuadros que preparaban ellos, llegaron a quedarse sin cera y las abejas hacían los panales a su manera, sin apoyarse en los cuadros que normalmente las colocan para que sobre ellos trabajen, con lo que luego resultaba más dificultosa la extracción de la miel.
Recordaban asimismo la manera de preparar una medicina natural para curar heridas y que también usaban para gargarismos o para curarse de problemas con algún diente, mezclando 100 gr. de propóleo y 1 litro de alcohol, consiguiendo una mezcla con una coloración como si fuera alcohol yodado.

En las fotos siguientes, Mercedes y Narciso en plena faena cuando me enseñaron cómo hacen su labor.

colmenas de 5 cajas colocando cajas

En las fotos que vienen a continuación se puede apreciar el pene de un zángano y a Mercedes y Narciso, aún protegidos, después de su demostración.

pene de un zángano Mercedes y Narciso protegidos

Además de la miel, las abejas producen propóleo y cera. El propóleo es producido por las propias abejas mediante la recolección de resinas y otras sustancias de los árboles que luego procesan en la colmena obteniendo un antibiótico muy potente y una vez mezclado con cera, recubren las paredes de la colmena tapando las grietas, orificios y fisuras y consiguen que en invierno no haya pérdidas de calor y en verano actúa como aislante. Con él reducen la piquera y aislan las partículas extrañas que se depositan dentro con lo que evitan su descomposición y posibles fuentes de enfermedades y además endurecen las zonas donde la reina va a poner los huevos. Utilizan además el propóleo, por sus propiedades antibióticas, como defensa de la colmena contra virus, hongos y bacterias que pudieran afectarla. La cera nueva de muy buena calidad es llamada opérculo y su nombre viene del latín operculum que significa tapadera.

Parece que pocos quedan en el pueblo que quieran continuar esta labor artesana, aunque hay un candidato llamado Dani (Daniel Jiménez) que pudiera seguir el ejemplo de los que aún continúan con la profesión, así que desde esta web le animo a que tome el relevo de los que se van a jubilar en este oficio tradicional tan bonito y tan en contacto con la Naturaleza. En 2010 me entero que Dani ha decidido seguir el oficio de la apicultura pero ha elegido para ello un pueblo de la zona abulense de Gredos llamado Ortigosa de Tormes pues de allí es nativa su madre y tiene familia además de haber un entorno más natural y limpio que por estos lares, pero también se ha establecido por estas tierras.
Ha estado mirando terrenos donde poner sus colmenas en Moral y ha visto el terreno acotado que hay en Cerceda cercano a Moral, donde tuvo sus colmenas el médico del pueblo antes de la guerra de 1936, D. Horacio Hernández, mencionado líneas arriba, pero al final ha optado por ponerlas en terreno de Becerril cercano a Mataelpino, y tiene 20 colmenas en este pueblo, y otras 20 entre Becerril y Mataelpino.

Se ha puesto de moda dedicarse a la apicultura, y vamos a ver qué vecinos del pueblo o de pueblos cercanos se han inclinado por establecer sus colmenas en Moral, pues además del mencionado José Luis Llama, hay otros, y empezamos con otro vecino del pueblo que se ha dedicado a la apicultura, que ha sido Enrique Fernández, el cual hace unos 13 años (desde 2010) puso sus colmenas en la zona cercana al Redondillo, donde tiene más de cuarenta en la finca de D. José Torres del Ensancho de los Tollares o herrén de la Tejera.
También tiene colmenas en la Cacera Concejo, Justo García (Tito), pero las tiene para consumo de la miel por parte de su familia, unas cinco colmenas desde el año 2018.
Los hijos de Manolo Segovia Mansilla, llamados Juan Manuel e Iñaqui Segovia Blázquez, pusieron sobre el año 2019 también sus colmenas, aunque pocas, en una zona cercana a donde las ponían los apicultores trashumantes que venían de la zona levantina y las siguen poniendo, instalándolas en la finca de los Gasco, zona cercana a la finca El Postuero, casi lindando con la urbanización Fontenebro de Villaba.
Hay un terreno en la Ladera de Matarrubia conocido por el prado de Ovejero, que ahora es de su parienta Alicia Sepúlveda Ledesma y su marido Daniel Sanz Montegrifo, al fallecer Marcelo Ovejero, y en ese terreno han montado dos vecinos de Villalba hace poco más de un año sus colmenas, unas cuarenta.
Carlos, un nieto de Patricio López Martín, también se ha decidido a trabajar de apicultor y ha puesto colmenas en el término de Cerceda.
Y el Ayuntamiento dejó un espacio de más o menos 250 metros cuadrados en la dehesa Nueva, para que pongan colmenas, y allí tienen unas pocas José Luis Llama y Enrique Fernández, cerca de la cantera de gabarro y muy cerca de la tapia, a la altura del monte del Marqués, terreno que está acotado, mostándose seguidamente parte de las colmenas que Enrique y José Luis tienen allí, y que inauguraron el 14-02-2020.



En ocasiones las abejas construyen sus panales en los lugares más insospechados y puede suceder como lo ocurrido en 1976 a Isabel, una vecina de Peñazarzal, que en la época de mayor actividad de estos insectos se encontró la terraza de su casa con un enjambre que había construido allí sus panales lo que le impedía hacer uso de dicha terraza. Tuvo que llamar a un especialista, a Narciso López, para que se llevara el enjambre y poder liberarse de ese peligro. Para ello, Narciso llevó una caja pequeña de colmena con pocos cuadros y la colocó debajo del enjambre que querían retirar y mediante un golpe hizo caer dicho enjambre en la caja, dejándola unas horas hasta que todas las abejas pasaron a esa caja, se acostumbraron a ella y así pudo recoger todos los animales y llevárselos, liberando a Isabel del peligro del enjambre en su casa.
La retirada de estos enjambres también se puede hacer usando una enjambrera en lugar de la caja, según me contaron, e incluso en otra de estas operaciones de desalojo de enjambres con peligro para vecinos, hicieron uso de una caja de las de detergente atravesada por unos palos para que las abejas se apoyaran en ellos. También me dijeron que hay otro método consistente en usar una colmena con abejas para pasar las del enjambre en cuestión a la colmena llevada, pero impregnando a los dos conjuntos de abejas con un líquido oloroso, como pudiera ser colonia, de manera que cuando se huelan los animales no noten la diferencia y no haya problemas de atacarse entre ellos.

Como recuerdo de una de las labores a las que se dedicó una persona de este pueblo y cuyo nombre está escrito en el frontis de la fuente de los Cuatro Caños, Ángel González Solís, su bisnieta Angelines (como es conocida Dª. Eulalia Mª de  los Ángeles González Cavanna), conserva el melero que utilizaban en la casa de su bisabuelo para almacenar la miel, el cuál lo tenían en una habitación de la casa y usaban una pieza de madera como tapadera. Ese melero está hecho en granito y es de una pieza, con dimensiones de 1,30 m. de largo por 90 cm. de alto y 85 cm. de ancho, estando marcado en una cara exterior como se puede apreciar en una de las siguientes fotos, de manera que por medio de una vara medían el nivel al que llegaba la miel en el interior y al colocarla por la pared exterior graduada podían determinar los quilos de miel que había almacenada, miel del colmenar que tuvo el abuelo de Angelines, Doroteo González, en la zona de la Tejera donde está la casa del nº 9 de la calle del mismo nombre, siendo ese colmenar junto con el que tenía pegado al arroyo Benerejo el sobrino de Doroteo, José González, los dos colmenares que fueron del padre de ambos, bisabuelo de Angelines, el notario D. Ángel González Solís. En las fotos que siguen se ve el melero que aún guarda Angelines, utilizándolo hoy día como macetero en el jardín de su casa, una hermosa pieza muy bien conservada.

marcas del melero el melero

A veces se encuentran en el campo carteles como el de la foto siguiente, que se haya por la zona del Cerrulén y es un aviso puesto por apicultores trashumantes para advertir de la presencia de colmenas, lo cual es de agradecer para evitar incidentes desagradables. Una advertencia para excursionistas, precaución, pues también hay colmenas trashumantes en el Cerro, cerca de la finca El Postuero, próxima al arroyo Arenas, colmenas que puso un apicultor valenciano en la finca de Félix Gasco, que también tuvo allí sus colmenas.


aviso


Las abejas hacen una importante labor con la polinización ya que se consigue que haya frutos y cosechas aprovechables para el ser humano.

Y esta breve historia de la apicultura en Moralzarzal, es otra de esas cosas que dan muestra de las curiosidades que se pueden encontrar cuando recorres los campos del pueblo y que gracias a Dios y al tesón de unas pocas personas, se sigue conservando esta labor como una interesante y provechosa tradición.


© 2006 - Antonio López Hurtado